Pop-up, la atracción de lo efímero

Fugaces, efímeros e itinerantes, estas propuestas tienen fecha de caducidad desde el preciso momento de su nacimiento y su localización va cambiando incluso de ciudad o país. Así son los pop-up stores y restaurantes, un concepto que no conoce límites.

Una estación de tren abandonada, un autobús, un barco, un almacén, una galería de arte, un piso en el centro de una gran ciudad, un jardín escondido, un estudio de un diseñador… Cualquier lugar puede ser el escenario de esta tendencia que ha cautivado a chefs y expertos en moda. Tiendas, mercadillos, bares e incluso restaurantes se suman a la moda de aparecer y desaparecer.

El fenómeno nació hace algunos años en Londres y Nueva York donde nuevos diseñadores y chefs buscaban otras alternativas para dar a conocer el resultado de su trabajo y poder difundir su obra más allá de sus fronteras. El East End de Londres ha sido uno de los máximos focos de esta corriente. Las fundadoras de Gingerline comenzaron organizando cenas en escondites secretos de la línea de metro East End. Solo una hora antes de la cita dan a conocer el emplazamiento.

Una de las marcas pioneras en crear una tienda pop-up fue la japonesa Comme des Garçons, que redecoró un garaje de Nueva York hasta convertirlo durante una semana en una tienda. Más tarde, marcas como Apple, Nike o Chanel han apostado por este nuevo concepto. En nuestro país, la diseñadora vasca Sharon Iturri presentó una de sus colecciones de bambas customizadas Bala Roja en un espacio en Barcelona, promocionándolo a la vez con acciones de street marketing. En esta misma ciudad, Custo abrió durante unos días un outlet en la mismísima Casa Batlló.

Por otra parte, Nuno Mendes, que trabajó a las órdenes de Ferrán Adrià en El Bulli, lideró durante casi tres años el experimento The Loft Project. El portugués convocaba cenas en el patio o en el salón de su casa en las que invitaba a un joven cocinero cada mes. El proyecto —hoy en día ya cerrado— tuvo tanto éxito que acabó deambulando por Berlín, Múnich o Melbourne.

Aunque el origen de la tendencia tiene un perfil alternativo, también han existen los pop-up restaurants lujosos. El mejor ejemplo es Dinner in the Sky. Su instalación, consistente en una mesa voladora, ha viajado por las playas de Copacabana y Cape Town, el Big Ben de Londres, el Duomo de Milán, la Marina de Dubai… Sus cocineros son celebridades premiadas con una, o incluso varias, estrellas de Michelín –desde Anthony Sedlak a Paco Roncero–.

The Table By son los maestros del pop-up en Madrid. Su máxima es convertirse en un restaurante diferente cada mes. El resultado es un espacio, el restaurante del Urso Hotel & Spa, que cada 30 días se renueva, no solo en la estética de la sala sino también en el concepto y el menú. La idea es replicar otros restaurantes llegados de diferentes partes de España, para degustar sus mejores platos.

Mientras en España va adquiriendo cada vez más notoriedad, el concepto sigue evolucionando y en los países pioneros lo hace hacia el mundo gastronómico en diversos formatos.